Ante tantos estímulos, se hace preciso decidir a qué queremos atender. Aquí entra en jugo la atención focalizada, es decir, orientar nuestra capacidad atencional hacia un estímulo de nuestro ambiente. Hemos de tener presente que también los pensamientos, ensoñaciones, miedos, temores, ansiedad, tristeza, decepciones, etc., son también parte de nuestro ambiente.
Por tanto, a la hora de trabajar con la atención, se hace preciso valorar sus diferentes variables y entenderlas como procesos independientes y que, a su vez, forman parte de un todo.
La atención focalizada permite al estudiante poder decidir a qué va a prestar atención y dirigir sus procesos atencionales al estímulo decidido, lo que implica rechazar otros estímulos, inhibir la atención hacia otras tareas y activar los sistemas de alerta (que nos proporcioarán un estado óptimo de vigilia para que podamos recepcionar diferentes estímulos ambientales y ofrecer un feedback apropiado), atencional ejecutivo (que se encarga de la selección voluntaria de estímulos y de la inhibición) y de orientación atencional (que ubicará en el espacio los estímulos a los que atenderemos).
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