NECESIDAD DE PRESENCIA
No sólo hacemos referencia a la presencia física: estar en el mismo sitio. Hacemos referencia a estar con ellos. Cuando hablamos con las familias, descubrimos que en muchas ocasiones estamos juntos pero no estamos con nuestros hijos. Ponemos un ejemplo: una madre pasa toda la tarde con su hija pequeña, de 3 años de edad. La madre le pone la TV mientras ella está con su ordenador realizando algunas tareas de su trabajo. Posteriormente, cuando termina esta tarea y la niña pequeña ya está aburrida, le deja una tablet, y ella se dedica a hacer unas llamadas a familiares y amigos. Prepara posteriormente la merienda y mientras merienda, ella ojea una web desde el teléfono. Más adelante, después de jugar un ratito, comenzamos con el baño, mientras la niña está en la bañera jugando con sus juguetes, su mamá está con su teléfono ojeando sus redes sociales. Cenan juntas y posteriormente a la cama a dormir, momento en el que mamá vuelve a dar un vistazo a sus redes sociales, y busca una nueva serie que ver una vez su hija se quede dormida. Obviamente, a lo largo de la tarde hablan en muchas ocasiones, se miran muchas veces… y sí, han pasado juntas toda la tarde, pero no han estado juntas. La necesidad de presencia consiste en la constante interacción a lo largo de los diferentes momentos del día que compartimos. En este aspecto se observan muchos problemas de conducta. En el mismo ejemplo de esta madre, cualquier mal comportamiento de su hija podría estar siendo una llamada de atención para sentir su presencia, por lo que cualquier mecanismo que lleváramos a cabo para modificar esas conductas en esos momentos, no serviría (ni los puntos, ni los premios….) ya que la conducta se lleva a cabo para obtener presencia y no otra cosa. Pasar tiempo juntos y hacer cosas juntos.
Si volvemos a los dos interrogantes que nos planteamos, esta mamá podría pensar “¿Cómo no va a sentir mi presencia si estoy toda la tarde de todos los días con él?”, pero claro está según detallamos la situación que sí hay unión física, pero la presencia brilla por su ausencia.
La presencia nos va a permitir diferentes bondades bidireccionales, entre ellas el conocimiento recíproco, aspecto realmente importante. Se comenzará a generar un lazo personal, emocional y de él nacerán una gran cantidad de puntos de unión, que serán esenciales, sobretodo en el momento de la adolescencia.