SÍNDROME POSTVACIONAL

Si damos un vistazo al calendario, descubrimos con asombro que el mes de agosto llega a su fin. Restan 10 días para que una gran cantidad de personas se levanten con el pensamiento «mañana trabajo», pensamiento que nos acompañará durante todo el día y que puede hacer que nos sintamos realmente mal. También encontramos a otro grupo de personas, que vuelven a la actividad laboral motivados, descansados, relajados y con muchas ganas de trabajar y comenzar a llevar a cabo su actividad laboral… pero si no te encuentras en este grupo de personas, quizá lo que leas a continuación puede servirte para prevenir el síndrome postvacacional.

¿QUÉ ES?

Comencemos por definirlo… Realmente, por asombroso que a algunos pueda parecer, no existe consenso a la hora de describirlo ni definirlo, pero donde si se encuentra un argumento compartido es a la hora de indicar que se trata de un estado transitorio, y al hacer referencia a los aspectos de nuestro que entendemos como no positivos e incluso negativos y a la obligatoriedad de éste. Realmente termina por observarse una inclinación que tiene mucho que ver con la Psicología Social y Laboral. En aquellos entornos laborales en los que se permite cierta libertad a los trabajadores, horarios adaptados a sus necesidades y cuya actividad laboral se basa en algo creativo y con carga personal, este síndrome postvacacional brilla por su ausencia. Podríamos decir por tanto que el síndrome postvacacional consiste, básicamente, en encontrarnos inmersos en un ambiente laboral, con compañeros impuestos, presión por parte de jefes, superiores y/o clientes, horarios no controlables y entorno normativo, y todo ello después de haber disfrutado de unos días en los que nuestro jefe hemos sido nosotros mismos, nuestros compañeros nuestra familia, nuestros horarios decididos por nosotros y las normas las consensuadas por las personas que hemos disfrutado juntos de estos días de parón. Como puede observarse es un cambio drástico al que tenemos que acostumbrarnos en cuestión de minutos.

¿NOS AFECTA A TODOS POR IGUAL?

No. El síndrome postvacacional se presentará con más viveza en unas personas que en otras y en algunas, ni tan si quiera se notará algo. Aquellas personas que tengan trabajos monótonos, con escasa capacidad para las relaciones personales, emocionales y sociales, y que se encuentren sujetos a entornos excesivamente normativos, tienen más papeletas para sufrirlo de una forma más marcada. Otros factores como el temido atasco de las mañanas puede ser un potenciador de dicho síndrome.

Según diferentes estudios, las personas entre 45 y 55 años (aunque algunos estudios marcan como grupo de mayor riesgo al comprendido entre los 40 y los 45 años) son más propensos a manifestar diferentes síntomas de síndrome postvacacional que aquellas que tienen una edad no comprendida en este intervalo.

En realidad, al margen de lo expuesto anteriormente que se entienden como aspectos importantes, todos ellos están supeditados a la capacidad que tengamos para adaptarnos a nuestro entorno. Uno de los cambios más drásticos que vivimos a lo largo de los 365 días es la vuelta a la rutina laboral tras el descanso estival, por tanto, aquellas personas que presenten más dificultades a la hora de adaptarse a diferentes entornos y dinámicas, tendrán más posibilidad de sufrir el síndrome postvacacional.

Además, a más vacaciones, más afectación. Así es. Nos acostumbramos fácilmente a esa ruptura con nuestra dinámica laboral y nuestro cuerpo y mente se acostumbra rápidamente a otros horarios, tipo de alimentación, rutinas diferentes… Volver a a otras rutinas, digamos, por imposición, será complicado, por tanto, cuanto más tiempo hayamos disfrutado de vacaciones, más podemos acusar la vuelta a la rutina.

Existe un grupo de riesgo al que debemos hacer especial mención. El síndrome postvacacional será muy acusado en aquellas personas que encuentran en las vacaciones el único modo de experimentar bienestar personal, por tanto, aquellas personas que presentan un elevado grado de desmotivación y que no se sienten bien en su entorno laboral ni con sus compañeros y/o superiores lo acusarán más, pues son personas muy cercanas al denominado síndrome de «quemarse en el trabajo» o burnout. En estos casos, es conveniente que la persona en cuestión consulte con un especialista. El burnout constituye un trastorno emocional vinculado con el ámbito laboral (del que damos cuenta en esta entrada) que genera depresión y ansiedad en la persona que lo sufre. Desde luego no es algo para no tener en consideración o tomarse a la ligera.

¿QUÉ SÍNTOMAS TIENE?

La persona que sufre síndrome postvacacional manifestará durante un par de semanas (aproximadamente unos 15 días suelen ser suficientes para que nos adaptemos nuevamente a nuestro laboral) los siguientes síntomas:

  • Pensamientos recurrentes y molestos sobre la vuelta a la actividad laboral en los últimos días de las vacaciones, siendo posible encontrar irritabilidad o cierta ansiedad.
  • Bajo estado de ánimo.
  • Es común que el síndrome postvacacional se manifieste con ansiedad durante los primeros días de incorporación al trabajo.
  • Alteración en el rítmo de sueño, pudiendo encontrarnos con problemas tales como:
    • Insomnio: no poderse quedarse dormido a la hora habitual con dificultades para mantener el sueño durante la noche.
    • Sueño intermitente: sucede al dormirse y despertarse varias veces durante la noche.
    • Hipersomnia: en muchas ocasiones secundario al insomnio y sueño intermitente. Dormir mal por la noche hará que estemos cansados durante todo el día, lo que nos mantendrá con sueño constantemente (aspecto que servirá como potenciador de las alteraciones anímicas).
    • Parasomnias: es posible que tengamos alguna pesadilla en los días previos y en los primeros días de incorporación al trabajo.
  • Facilidad para enfadarse por cuestiones nimias.
  • Problemas de concentración: tanto a la hora de concentrarse en algo como a a hora de mantenernos concentrados en aquello que debemos.
  • Apatía, desinterés, etc., pueden estar muy presentes.
  • Sensación de tristeza generalizada.
  • Imposibilidad de encontrar placer o disfrute en las actividades cotidianas.
  • Alteración del comportamiento: manifestada mediante cambios de humor bruscos e inesperados.
  • Somatizaciones: en muchas ocasiones el estrés presenta una manifestación física. Lo más habitual es que se manifieste con los siguiente síntomas y signos:
    • Mediante clínica digestiva, siendo sencillo encontrar anorexia (falta de apetito), náuseas, dolor de tripa, ardor de estómago, digestiones pesadas, diarrea…
    • Alteración de constantes vitales: aumento de la frecuencia cardíaca, tensión arterial y frecuencia respiratoria,
    • Sudoración excesiva acompañada de calambres, temblores.
    • Sensación continuada de cansancio (como hemos abordado anteriormente al hablar del sueño)
    • Dolor o molestias musculares.

¿PUEDE PREVENIRSE?

Volver al trabajo después de las vacaciones es algo a lo que vamos a tener que hacer frente sí o sí. No es de las actividades más deseadas, sin duda alguna, por lo que es normal que aparezca algún pensamiento de rechazo o ganas de no volver, pero para evitar que el síndrome postvacacional irrumpa en nosotros, podemos llevar a cabo las siguientes recomendaciones:

  • Retorno a casa: es muy habitual encontrarnos con el pensamiento de «para unos días que tengo voy a aprovecharlos hasta el último minuto en mi destino vacacional». No es lo más recomendable. Conviene volver unos días antes para poder comenzar a establecer rutinas de sueño, comida, actividades cotidianas de nuestra casa y vernos en situación. Pongamos el ejemplo de sumergirnos en una piscina a 17ºC (agua bastante fría) con una temperatura corporal de 36.5ºC, y una temperatura ambiente de 41ºC. ¿Nos tiramos de golpe? Si así hacemos notaremos un importante cambio térmico. El shock será importante. Sin embargo si nos mojamos antes la nuca, las manos, el estómago y entramos gradualmente, la sensación será mucho menor. El agua (el trabajo) seguirá estando fría (seguirá siendo trabajo con todas sus cosas buenas y malas) pero el impacto de entrar en el agua (volver a trabajar) será menor. Claro que para gustos los colores… hay personas que disfrutan entrando de golpe en el agua muy fría (volviendo al trabajo casi sin esperarlo) pero el cuerpo tiene su fisiología y el shock térmico puede estar al acecho…
  • Rutinas durante los primeros días: una vez inmersos en la rutina laboral, debemos cuidar mucho nuestras rutinas tanto en el trabajo como en casa. Horas de comida, programas de TV que solamos ver, cenas, salir con amigos, hacer deporte… sea lo que sea que hagamos durante el año, iniciemos con ello. Las rutinas consituyen una acción preventiva muy importante.
  • No te lleves trabajo a casa: al menos durante los primeros días. Es fundamental diferenciar entre trabajo y casa, y en estos primeros días, es esencial no verse envuelto todo el día en papeleo, trabajo, llamadas, mails… Si está en tu mano (que no siempre lo está) marca una línea entre una cosa y otra.
  • No te incorpores un lunes: si puedes decidir el día de vuelta, hazlo cualquier otro día menos un lunes. La perspectiva cambia mucho. No te encontrarás con cinco días enteros de trabajo. Miércoles o jueves pueden ser buenas opciones.
  • Es tiempo de priorizar: cuando vuelvas a trabajar seguramente te encuentres con una gran cantidad de tareas que llevar a cabo. ¡Priorízalas! Tómate un tiempo para organizar las que son urgentes, importantes, necesarias y las que tienen menor envergadura. A partir de ahí inicia el trabajo. Así no te verás sepultado por «todo lo que tengo que hacer» y no sentirás que has arrancado en quinta.
  • Organiza tu ocio: haz planes para alguna tarde, para el fin de semana, para el próximo puente. Así tendrás otros aspectos en los que fijarte y en los que pensar y no te quedarás con la sensación asfixiante de encontrarse inmerso en el trabajo.
  • Evita el alcohol: ¿unas cañas después de trabajar? Sin duda puede ser un buen plan para después del primer día de trabajo para contarnos el veranos con otros compañeros, no obstante, trata de evitar en estos días un consumo excesivo de alcohol, pues deprime nuestro sistema nervioso central (nada que ver con la depresión) por lo que actuará sobre nuestro cerebro alterando el comportamiento de ciertos neurotransmisores, distorsionando nuestra capacidad de juicio y dificultando la racionalización de las cosas. Todo ello influirá radicalmente en que todos los síntomas que hemos descrito anteriormente se agudicen, es decir, se manifiesten con más facilidad e intensidad. Por tanto, en estos días, abstinencia o mucha moderación.
  • Ponte límites a ti mismo en el trabajo: no quieras hacerlo todo el primer día ni trates de hacer todo lo que no has hecho en tus días de vacaciones en el primer momento. Si piensas así debes pararte un ratito y reflexionar. ¿Te acuerdas cuando ibas al Colegio y se decía de los exámenes de septiembre aquello de «cómo voy a aprender en dos meses lo que no he aprendido en nueve»? Pues con el trabajo igual. ¿Cómo vas a hacer en un día lo que no has hecho en una semana, dos, tres… en un mes…? Racionaliza la situación, organízate, plantea metas y objetivos a corto, medio y largo plazo basadas en esa tarea de priorizar actividades, y adelante. Tienes un montón de días para hacerlo por delante, así que con calma.
  • Prémiate: ¿has sobrevivido al primer día de trabajo? Entonces prémiate. Muy relacionado con la planificación del ocio. Planifica actividades para después del trabajo: ir a un museo, al cine, ver una serie en casa, ir a cenar a un sitio determinado… Así podrás enfocar esta actividad y la jornada laboral será algo más hasta que llegue esa actividad elegida.
  • Toma conciencia y trata de ser positivo: Por nimia que parezca esta recomendación, es una de las más valiosas. Concienciarnos es vital. Es como el ejemplo al que hacíamos alusión anteriormente sobre la piscina a 17ºC. No sirve de nada el decir: «no voy a dedicar ni un minuto a pensar en el trabajo», o «cuando llegue a mi trabajo se habrán acabado las vacaciones, hasta entonces nada de nada». No se trata de estar pensando en el trabajo ni de «amargarnos» los últimos días pensando en que se acaban las vacaciones, no, se trata de pensar bien en el trabajo. Y aquí entra la parte de ser positivo. Busca cosas buenas, que todo trabajo las tiene. Reencuentro con compañeros, ir a desayunar al sitio de siempre, el programa de radio que escuchas por la mañana, llegar a tu oficina, el olor de tu trabajo… Si gradualmente nos preparamos mentalmente, la entrada en nuestro sitio de trabajo será gradual y nuestro cuerpo, no sólo, se aclimatará a esa piscina con agua fría del ejemplo, sino que estará mentalizado para encontrarse un agua bien fría.
  • Anticiparse a situaciones complejas: Pongamos nuevamente la piscina como ejemplo y la mentalización a la que hacíamos alusión a la hora de ir a entrar en agua bien fría. Si por el contrario no sé si el agua estará a 17ºC, a 20ºC, a 24ºC o a 28ºC, mejor dicho que nunca, es tirarse a la piscina. Con el trabajo nos sucederá igual. Ya el primer día es complejo por el mero hecho de serlo, así que cualquier detalle que pueda alterar la más absoluta normalidad puede resultar crispante. Por ese motivo, pensemos en si va a haber situaciones de tensión previsibles, si es posible que surja algún tipo de complicación con algún cliente o compañero… Es complicado preverlo en muchos casos, pero si nos preparamos para afrontar estas situaciones todo saldrá mejor. Piensa qué harás si tal compañero se enfada o hace comentarios de esos que aborreces… qué harás si te llama un cliente enfadado… si se da una situación tensa… Establece una forma de actuar, palabras que usarás, pensamientos sustitutivos que tendrás… a fin de calmar el conflicto rápidamente y poderlo manejar con la entereza habitual en ti.

TENGO SÍNDROME POSTVACACIONAL, ¿HE DE PREOCUPARME?

En principio no. Siempre y cuando no hayas pasado por cuadros de depresión, ansiedad o alguna otra situación que te haya llevado a la consulta de algún profesional como Psicólogos, Psiquiatras, Psicopedagogos, etc. La vuelta al trabajo es dura, puede que este año la estés sufriendo en un grado mayor. Símplemente deja pasar los días y sigue nuestras recomendaciones. Te invitamos a llamarnos para consultar tu situación en concreto. Te asesoraremos encantados.

Como hemos explicado antes, el estrés postvacacional suele prolongarse por un periodo de hasta 15 días. Si ves que pasado este periodo sigues igual y no has notado mejora, entonces deberías consultar con un profesional, ya que podríamos estar hablando de un trastorno adaptativo o de un trastorno afectivo estacional que sí requieren una atención más específica.

Nosotros quedamos a tu disposición para cualquier cuestión que quieras consultar con nosotros. Estaremos encantados de escucharte y orientarte.