Cuando pretendemos entender o explicar aquellas acciones que llevan a cabo nuestros hijos, es preciso realizar un análisis pormenorizado en el que se aborden diferentes aspectos: ¿qué hace?, ¿por qué lo hace?, ¿cómo lo hace? y, de gran importancia, ¿para qué lo hace?. 

A lo largo de esta entrada vamos a estudiar de forma ligera y clara qué es el repertorio conductual y qué importancia tiene conocerlo de cara a poder corregir un mal comportamiento, mentiras, etc. 

EL REPERTORIO CONDUCTUAL

Definiendo el concepto.

Catania, en el año 1976, definió el concepto de repertorio conductual como el conjunto de conductas que es capaz de emitir un sujeto en determinado momento. Y así es. Si ponemos como ejemplo al músico, su repertorio constituye el conjunto de piezas musicales que es capaz de interpretar. Podría hacerlo con muchas otras, sin duda, ya que domina un instrumento y el lenguaje musical, no obstante, las piezas que maneja son las que forman parte de su repertorio, en este caso, musical. 

Las personas, todas, poseemos una mochila, llamémoslo así, repleta de conductas, de formas de actuar ante determinadas situaciones. Dichas formas de actuar, las conductas, se crean y se mantienen en esa mochila por varios motivos. Vamos a verlos. 

El repertorio conductual se crea, es decir, no nacemos con una serie de comportamientos ni formas de actuar que llevaremos a cabo en diferentes momentos de nuestra vida, no. Esas conductas se crean poco a poco, desde la infancia. La base de nuestro repertorio conductual está en el aprendizaje. Sí. Desde pequeños observamos bien atentos a qué sucede en nuestro entorno, una vez valorado el contexto, contrastamos éste con nuestras intenciones, deseos, apetencias o necesidades y, siempre, llevamos a cabo alguna conducta. Una vez emitimos dicha conducta, generamos un impacto en ese entorno que habíamos percibido (pasa algo), y se suceden unas consecuencias, que pueden ser o no las deseadas. Una vez obtenidas estas consecuencias (fruto de nuestra conducta), llevamos a cabo un aprendizaje que se irá afianzando cada vez que suceda la misma situación, nuestra respuesta conductual sea la misma (hagamos lo mismo), y obtengamos consecuencias similares. Si dichas consecuencias son positivas para nosotros y van en la línea de colmar nuestras necesidades, apetencias, deseos o intenciones, esa conducta tenderá a repetirse (llegando incluso a mecanizarse y funcionar a modo de respuesta automática). Si por el contrario, no obtenemos lo logrado, nuestra conducta dejará de llevarse a cabo. 

Si la conducta tiene consecuencias positivas para nosotros, tenderá a repetirse. Si los efectos son negativos, irá extinguiéndose poco a poco.

Ahora que ya sabemos cómo se crea el repertorio conductual y cómo se mantiene o se extingue, vamos a un caso práctico y a analizar las consecuencias. Por poner un ejemplo cotidiano, vamos a recurrir a un claro ejemplo que seguro que forma parte del día a día en nuestros hogares… Vamos a recoger a nuestro hijo al Colegio, quien sale muy contento porque lleva una nota en la agenda que dice que hoy se ha portado y trabajado muy bien en el Colegio, y además, en el examen de matemáticas tan difícil de la semana pasada ha sacado un 8,5. Celebramos todos muy contentos tan buenas noticias. Llegamos a casa y después de merendar, se pone a hacer los deberes. Tras una hora y media de deberes, se acerca y nos pide el teléfono, la tablet, el ordenador o jugar a la play. Nosotros, que queremos educar correctamente a nuestro hijo, le limitamos mucho el tiempo de uso de estos dispositivos, así que no, «ahora no toca». Nuestro hijo sigue pidiendo el dispositivo pero nosotros, con mucha fuerza de voluntad y firmeza, nos mantenemos en nuestra postura. A partir de ahí comienza una media hora incesante de súplicas, llantos y, finalmente, acaba gritando de forma insistente. Tenemos muchas cosas que hacer, así que decidimos ceder y ofrecerle el dispositivo. El niño deja de gritar, llorar… se queda tranquilo y ya podemos dedicarnos a lo nuestro. 

¿Hemos hecho bien? Muchas respuestas irán encaminadas a pensar que no, «hemos perdido nuestra palabra, hemos cedido». Efectivamente, nos hemos desautorizado y le hemos enseñado que no somos firmes en lo que decimos y que las decisiones que tomamos pueden ser cambiadas en cuestión de minutos, sí. Pero no es lo más preocupante. La pero situación que hemos generado ha sido la siguiente

Le hemos enseñado a nuestro hijo qué es lo que tiene que hacer la próxima vez que quiera algo y no se lo demos. Así de sencillo. Acabamos de enseñarle a «portarse mal». Él ha venido con buenos modales, ha pedido por favor, ha ido incrementando gradualmente su nivel de petición hasta llegar al punto de comportarse de forma incorrecta, y en ese momento hemos cedido. Desde su perspectiva, ha tenido una intención (jugar con el dispositivo), un contexto contrario (no me dejan) y una conducta (mal comportamiento). Posteriormente ha llegado una respuesta positiva a sus deseos (ha conseguido jugar). Por otro lado, con la misma necesidad, jugar, su conducta ha sido pedirlo bien , incluso puede haber pensado: «me he portado bien en el Colegio, he hecho los deberes y me han dado una buena nota. Además, he pedido bien las cosas».  La respuesta obtenida, la consecuencia, ha sido contraria a sus necesidades, con lo que su aprendizaje podría ser algo similar a: «De nada sirve pedir bien las cosas, ni sacar buenas notas, portarse bien en el Colegio o hacer los deberes». Por tanto, podría ser que dichas conductas (las que conducen a lo anteriormente señalado) pudieran estar comenzando a verse comprometidas, pues no le han servido para lograr lo deseado. Claro, al margen están las motivaciones que puedan existir en sacar una buena nota, portarse bien, trabajar bien, hacer los deberes… pero puede comenzar a existir cierto conflicto…

Así, nuestros hijos crean, construyen, mantienen (o extinguen) las conductas habituales (buenas y malas). Conocer estos aspectos resulta esencial si deseamos conocer por qué nuestros hijos se comportan de una u otra manera ante determinadas situaciones. A continuación te dejamos un vídeo para que puedas ver otro ejemplo, de forma gráfica, de aprendizaje de conductas:

¿CÓMO CONOCER EL REPERTORIO CONDUCTUAL DE NUESTROS HIJOS?

Sin duda se trata de un aspecto esencial y de gran importancia de cara a encontrar los motivos por los que nuestro hijo actúa de cierta forma, así como para poder trabajar desde casa, de forma muy sencilla, en tareas de modificación. Os dejamos a continuación algunas pautas para conocer el repertorio conductual de vuestros hijos, normas generales y globales que sirven tanto para niños como para adolescentes. 

Lo primero que tenemos que hacer es observar cuáles de las conductas que observamos en nuestros hijos son, lo que llamaríamos, disruptivas, es decir, cuáles de ellas se salen de lo normal (o lo que comprendemos como normal dentro de una educación «estándar») y cuáles son las que lleva a cabo sin ningún tipo de control. Pueden ir desde la conducta observable en el momento de la comida, por ejemplo (niños que no comen, que tardan muchas horas en comer), la conducta relacionada con irse a dormir, y llegar hasta cuestiones relacionadas con la conducta, tanto en casa como en el Colegio. 

LAS TRES PREGUNTAS MÁGICAS

Siempre buscaremos un momento tranquilo. No conviene hacerlo nunca en momentos explosivos, es decir, en aquellos momentos en los que pueda haber algún tipo de conflicto en curso, se esté dando una situación complicada o similar. Necesitamos, además de tranquilidad, poder dedicar un ratito de forma exclusiva a nuestro hijo. Conviene apagar/silenciar teléfonos, y no tener que hacer nada durante los próximos 15/20 minutos. 

Pregunta Nº 1:
A partir de ahí, nos sentamos con él y le preguntamos acerca de por qué cree que sucede la conducta que queramos solucionar (lo haremos de una en una, en momentos diferentes). Un ejemplo podría ser: «Me gustaría mucho preguntarte
por qué crees que cuando hay que irse a dormir pasa lo que pasa: corres para escaparte, te escondes, pataleas cuando te cogemos para llevarte a la cama, gritas… No te estoy regañando, ni voy a regañarte, sólo quiero saber si tú sabes por qué sucede» (marcamos en negrita aquella parte del discurso que debemos introducir). Nos aventuramos a recoger cualquier tipo de respuesta, aunque lo más habitual, al menos inicialmente, es encontrar un simple y llano «no sé» o, en este caso «porque no quiero irme a dormir». 

Pregunta Nº 2:
Posteriormente a la respuesta que nos ofrezca (si es una respuesta muy concreta totalmente diferente a la indicada anteriormente, no dudes en consultarnos personalmente para que podamos orientarte, como comentamos muchas veces, no hay nada estándar en estos temas, por lo que aquí presentamos el desarrollo del proceso más habitual), le preguntaremos: Y… ¿tú crees que haciendo lo que haces consigues lo que quieres? ¿consigues no irte a dormir?. Obviamente la respuesta será no (siempre y cuando acabe durmiendo y no hagamos con el ejemplo anterior del dispositivo digital, ya que le estaríamos enseñando que sí se sale con la suya, y aquí, indudablemente nos contestaría que sí). Nos responderá que no. Entones seguiremos preguntando ¿y tú te sientes bien cuando eso pasa? ¿qué sacas de bueno al hacerlo? ¿qué sacamos de bueno los demás?. Indudablemente no podrá darnos un solo elemento real que indique que obtiene buenos resultados. 

Pregunta 3:
Es en este momento en el que vamos a tratar de ampliar su repertorio conductual. La clave está en preguntarle: ¿y qué te gustaría haber hecho otras noches cuando ha llegado el momento de irse a dormir para no llevarte esas cosas malas y obtener algo bueno?. Probablemente quede un poco descolocado, porque estará acostumbrado a que lo manejemos desde el malestar que nos genera esa situación y, ahora, le estamos indicando un valor constructivo. Es una pregunta muy compleja a la que tenemos que dar algunas respuestas antes de que él se quede en blanco y no sea capaz de indicar nada y la conversación acabe. Debemos pensar varias soluciones antes que estemos dispuestos a «pactar» o con él. «A mí se me ocurriría por ejemplo que nos dijeras que te gustaría quedarte un ratito más despierto y si lo haces bien te dejamos 5 minutos más. Y si a los 5 minutos te vas a la cama, a partir de ahí te dejaremos 10 minutos más cada día si sigues cumpliendo». Después le planteamos los motivos: «tienes que descansar para rendir bien al día siguiente, porque si no duermes las horas necesarias te vas a sentir mal…» Es decir, nos cargamos de razones. Posteriormente empatizamos: «a mí tampoco me gusta mucho ir a dormir pero cuando es la hora, me voy a la cama, aunque a veces no tenga mucho sueño, porque sé que al día siguiente me sentiré bien». Y ahora contrastamos: «fíjate, si haces esto te quedarás un ratito más despierto, (le decimos que va a conseguir lo que busca) te irás a la cama tranquilo, sin que nos enfademos ninguno (beneficios inmediatos en contraposición a aspectos negativos) y encima al día siguiente te sentirás más tranquilo y descansado. (beneficios a medio plazo).. ¿acaso no es fantástico?». 

Una vez explicado todo este proceso, habremos valorado el repertorio de conductas (pregunta 1) reflexión sobre la conducta (pregunta 2) y habremos ampliado su repertorio conductual (pregunta 3).

Antes de seguir leyendo, te vendrá muy bien llevar a cabo una lectura del siguiente artículo del Blog de Juan José Millán (Director de Área 44 Servicios Educativos S.L., para ello, haz clic sobre la imagen que encuentras a continuación. 

El aprendizaje lleva a todo sujeto a mostrar cambios en su comportamiento, en su modo de actuar. El aprendizaje es un proceso que implica un cambio duradero en la conducta o en la capacidad para comportarse de una determinada manera. Dicho cambio se produce como resultado de la práctica o de otras formas de experiencia.

EL REPERTORIO CONDUCTUAL EN EDUCACIÓN PRIMARIA

Llegados a este punto, vamos a generar una pequeña diferenciación entre el repertorio conductual que pueda presentar un niño a partir de los 6 años, con respecto al que puede mostrar un preadolescente o adolescente (a partir, aproximadamente de los 11/12 años). 

¿Te sientes identificado con alguna de las situaciones que puedes observar en la imagen de dificultades de conducta a lo largo de los diferentes momentos del desarrollo? Seamos francos y realistas: en todas las casas (en todas) tarde o temprano surge un conflicto. La existencia del conflicto no es un problema: el conflicto forma parte de la vida y, como tal, se hace preciso aprender a convivir con él. Por tanto, no. No debemos darle una importancia, vamos a decir, superlativa a que existan más o menos conflictos. La importancia debemos dársela a los motivos que conducen a la aparición del conflicto y a la forma en la que lo solucionamos. Vamos a ver algunas características en Educación Primaria. 

En Educación Primaria vamos a encontrar una gran cantidad de conflictos relacionados con los siguientes aspectos:

  • Alimentación. En este sentido podemos ver dos tipos de dificultades paralelas:
    • Rechazo a la comida: niños que no quieren comer o que no comen ciertas comidas (en estos casos te recomendamos que lo consultes con el profesional que trabaja contigo, hay que realizar un análisis profesional). 
    • Incumplimiento de las normas de la comida: en este caso volveríamos a repasar las normas presentadas en «Las tres preguntas mágicas». Acompañaremos esta tarea de unos carteles (hacerlos junto a los niños ayuda mucho más a su cumplimiento). Dejaremos las normas en un sitio que pueda verse claramente desde la mesa de la comida. No olvidéis pensar una recompensa o mini-premio juntos para ofrecer tras el perfecto cumplimiento de las normas. Comenta con nosotros que vas a iniciar este plan de trabajo si así vas a hacer. Te explicaremos cómo elegir esos mini-premios, y cómo valorar el cumplimiento de las normas. 
    • Exceso de tiempo invertido en comer: situación que vemos que se repite de forma más o menos habitual en muchas casas. Nuevamente vamos a volver a «Las tres preguntas mágicas». Si hay cumplimiento de todas las normas menos aquellas relacionadas con el tiempo, os proponemos que busquéis un reloj con cronómetro. Si es grande y digital mucho mejor (siempre que el niño sepa contar). Si no sabe contar, mucho mejor un reloj de arena. En caso de existir cualquier tipo de estímulo distractor durante la comida (TV, tablet, teléfono, PC, radio…) lo primero que debemos hacer, previa explicación, es retirarlo. Puede que ese sea el motivo principal. En tal caso, el premio podría ser disfrutar de ese distractor unos minutos tras la comida si se hace en tiempo. Los niños miden el tiempo de una forma bien diferente a los adultos, motivo por el cual, será esencial que, además del tiempo, vayamos indicando de forma que el niño puede comprender, acerca del tiempo que le queda en términos lógicos y comprensibles para él: «cuando aquí ponga 2 deberías haber terminado el primer plato», por ejemplo. Si además incumple normas, volveremos a lo reflejado en dicho punto más lo expuesto en éste. 
    • Trastornos de la conducta alimentaria: Anorexia o Bulimia. Nuevamente, es imprescindible en estos casos que pongas esta información en conocimiento del profesional que trabaja contigo. 
  • Obedecer: Muchos niños desobedecen. Volvemos nuevamente a hacer uso de «Las tres preguntas mágicas». Conviene recalcar mucho «qué quieres conseguir» frente al «qué consigues», así como enfatizar el «Entonces, ¿qué te gustaría hacer para solucionar el problema que hace que desobedezcas?». Si las respuestas te sorprenden, aprovecha para comentarnos lo antes posible y poder darte una perspectiva de progreso apropiada. 

Seguimos trabajando en la redacción de este artículo. Vuelve pronto para leer la parte final. ¡Te esperamos!